Queridos hermanos:
Nadie podía imaginar, hasta hace unos días, que la Semana Santa de este año fuera a ser del todo singular y no por causas meteorológicas como la lluvia, por ejemplo, sino por causas de “fuerza mayor” según el significado que esta expresión tiene en el derecho, es decir, cuando un acto no se puede evitar ni prever. En este caso la supresión de las procesiones que configuran la Semana Santa afecta también a las celebraciones litúrgicas, que tendrán que hacerse en los templos a puerta cerrada sin la presencia de los fieles o con la participación de muy pocos.
Este hecho, inesperado pero interpelante, nos afecta a todos los fieles católicos, teniendo en cuenta la responsabilidad que atañe a los párrocos y a mí mismo como obispo, de cara a la observancia tanto de las normas litúrgicas como de las tradiciones religiosas y al cumplimiento de las disposiciones de la autoridad civil en la situación de emergencia que estamos viviendo. En este sentido, mi deseo y mi ruego a todos los rectores de iglesias ha sido y sigue siendo que pongan en práctica lo más fielmente posible lo establecido por la autoridad competente, incluso como un gesto de apoyo solidario en esta difícil situación.
Quiero recordar que, mientras dure esta situación de emergencia, he dispensado del precepto dominical y festivo relativo a la Misa en los días de precepto, exhortando también a unirse espiritualmente a las posibles celebraciones litúrgicas a puerta cerrada, mediante la oración personal o la lectura de la palabra de Dios o de los otros textos recogidos en los misales de los fieles. Quienes puedan hacerlo, únanse a la Oración de las Horas u Oficio Divino que la Iglesia realiza cada día, especialmente en la mañana con los Laudes y en la tarde con las Vísperas. Al alcance de todos está siempre la práctica, recomendada por la Iglesia, del rezo del Rosario considerando los misterios de la vida de Cristo y de la Santísima Virgen María y, especialmente durante el tiempo de Cuaresma, la meditación de las estaciones del Viacrucis siguiendo algún devocionario, sin moverse de casa o del lugar en que se hace.
Y algo que considero muy importante y a lo que aludo en el título de este escrito: “Entremos dentro de nosotros mismos”. Mediante esta sugerencia, ante la pandemia del COVID-19 que estamos padeciendo, deseo invitar a todos a la conversión personal y a la autenticidad de nuestros actos de carácter religioso, sean individuales, familiares o comunitarios. Creo que Dios nuestro Padre, si lo ha permitido, es porque quiere purificarnos o espera algo positivo de nosotros, sus hijos. Ante cualquier hecho o acontecimiento que se sale de lo normal u ordinario, y esta pandemia es un ejemplo, hemos de acudir a la fe y a la oración no solo para encontrar una respuesta sino también para seguir adelante con la ayuda divina, preguntándonos qué espera el Señor de cada uno de nosotros y convertirnos más profunda y sinceramente a Él.
En este sentido, el mejor modo de afrontar desde el punto de vista creyente o religioso es comenzar por poner en práctica lo que el Señor aconseja en el evangelio: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre” (Mt 7,7-8). La oración es el primer paso. Pero con ella la conversión del corazón y, en la medida de lo posible, la solidaridad o caridad práctica, el estar pendientes unos de otros y prestar todo tipo de ayuda que esté en nuestras manos hasta donde sea posible.
Que Dios nos ampare a todos:
+Julián, Obispo de León
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